La ilusión de la Luna
Aunque la Luna debería verse más pequeña cuando está en el horizonte, a causa de la refracción y de la distancia al observador, la realidad es que la vemos de un tamaño mayor, debido al efecto llamado “ilusión de la Luna”.

Y no es una ilusión que ocurra sólo con objetos celestes. Cualquiera que haya visto en el suelo una lámpara como las que alumbran las autopistas, se habrá sorprendido al descubrir lo grandes que parecen, en contraposición al porte que presentan cuando están unidas a su poste y hay que mirar hacia arriba para verlas. Este cambio de tamaño, muy conocido, no sólo en la astronomía, sino también en otras ciencias, como la sicología, se llama “ilusión de la Luna”.


Una de las explicaciones más aceptadas dice que nuestra apreciación de la bóveda celeste no es la de una esfera sino la de un domo achatado, similar a un elipsoide, de donde resulta que nos parece más lejano el horizonte que el cenit. Este engaño mental es inducido por la percepción de objetos corrientes en el cielo, como las aves o las nubes, que están más cerca cuando las vemos sobre la cabeza que en el horizonte. El efecto de deformación de la esfera celeste hace que los cuerpos en el horizonte se vean más lejanos que cuando los miramos en lo alto del cielo y, al creerlos lejos, los creemos también de mayor tamaño. Es un curioso efecto que fue explotado por Poe en su cuento La Esfinge, en el que el protagonista, mirando desde su habitación, cree ver en la montaña lejana un monstruo alado de enormes proporciones, pero en realidad se trata de un insecto que camina por el cristal de la ventana. De la misma manera creemos ver una Luna gigante en el horizonte que nuestro cerebro juzga como “lejano” o una pequeña en el cenit que creemos “cercano” (ver figura siguiente).
Pero la causa no es solamente sicológica sino que también hay algo físico dentro del ojo, que hace que nuestro sistema óptico enfoque más cerca o más lejos, como lo explica una teoría más reciente, basada en los efectos llamados macropsia y micropsia oculomotoras. Ambos dependen de las claves o señales de distancia que se tengan para comparar los tamaños de los objetos observados, de tal forma que la macropsia opera cuando hay muchas claves y la micropsia cuando hay pocas. En el horizonte, por ejemplo, se tienen muchas claves de distancia, como los árboles o los edificios, por lo que la macropsia oculomotora hace que nuestros ojos enfoquen “muy lejos” y percibimos los objetos celestes de un tamaño angular mayor que el real. En el cenit, por el contrario, donde hay pocas claves de distancia, opera la micropsia oculomotora que hace que el enfoque sea más cercano y los objetos celestes se ven de un tamaño angular menor que el real. Se podría cuestionar esta explicación diciendo que en alta mar la Luna o el Sol se ven de gran tamaño cuando están en el horizonte, a pesar de que no hay claves de distancia. Pero en realidad esas claves sí existen pues tanto las maretas que se forman continuamente en el agua, como la propia distancia al horizonte son datos de comparación que nuestro cerebro procesa para determinar el tamaño angular de la Luna, como se ve en la imagen siguiente, tomada por Joan Puig.
Gracias a la ilusión de la Luna nos parece esplendorosa una puesta del Sol o una salida de la Luna, aunque en realidad no lo sea tanto, lo cual nos confirma que la belleza no es una cualidad objetiva. Pero nuestro cerebro se las arregla para que apreciemos como extraordinarios esos fenómenos tan triviales y cotidianos, haciendo que veamos nuestro mundo más bello aún de lo que es en realidad.
 
											
				
