El septentrión
Publicado en La Vanguardia el 6 de agosto de 2013

Ver una osa en estas siete luminarias es tarea algo menos que imposible, aunque le añadamos estrellas complementarias de menos brillo, que es lo que se suele hacer, como se ve en la imagen adjunta. En cambio, el carro es patente a primera vista, formado por un cuadrilátero que constituye la carreta y tres estrellas que dibujan la línea quebrada del enganche. La estrella que está en medio del enganche, llamada Mizar, tiene una compañera tan tenue, que puede ser observada sólo por aquellas personas que tienen una buena vista. De ahí su nombre árabe «Alcor» que quiere decir «la oculta». Los antiguos romanos y después los árabes de la edad media la usaban para hacer un examen de la vista a sus soldados. Si podían ver Alcor, eran aptos para formar parte de la unidad de arqueros; de lo contrario, allí estaban los otros cuerpos del ejército.
Desde las latitudes peninsulares la Osa Mayor es una constelación «circumpolar» lo cual quiere decir que no se esconde nunca por debajo del horizonte: siempre está disponible para ser observada, siempre con su giro antihorario alrededor de la Estrella Polar, unas veces por encima de ella y otras por debajo, dependiendo del día y de la hora. A mitad del verano se ve alta en el cielo al comenzar la noche y baja cuando se acerca el amanecer. El carro es una brújula excelente para orientarse durante la noche, siguiendo un truco que ha sido conocido por los observadores del cielo durante generaciones. Se unen con una línea imaginaria las dos estrellas del carro que están más alejadas del enganche, se prolonga esa línea 5 veces y ¡ahí está la Estrella Polar! La aplicación de esa sencilla estratagema es una de las primeras satisfacciones que recibe quien se inicia en la exploración del cielo.
